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E.L James



Me miro en el espejo y frunzo el ceño, frustrada. Qué asco de pelo. No hay manera
con él. Y maldita sea Katherine Kavanagh, que se ha puesto enferma y me ha
metido en este lío. Tendría que estar estudiando para los exámenes finales, que son
la semana que viene, pero aquí estoy, intentando hacer algo con mi pelo. No debo
meterme en la cama con el pelo mojado. No debo meterme en la cama con el pelo
mojado. Recito varias veces este mantra mientras intento una vez más controlarlo
con el cepillo. Me desespero, pongo los ojos en blanco, después observo a la chica
pálida, de pelo castaño y ojos azules exageradamente grandes que me mira, y me
rindo. Mi única opción es recogerme este pelo rebelde en una coleta y confiar en
estar medio presentable.
Kate es mi compañera de piso, y ha tenido que pillar un resfriado precisamente
hoy. Por eso no puede ir a la entrevista que había concertado para la revista de la
facultad con un megaempresario del que yo nunca había oído hablar. Así que va a
tocarme a mí. Tengo que estudiar para los exámenes finales, tengo que terminar un
trabajo y se suponía que a eso iba a dedicarme esta tarde, pero no. Lo que voy a
hacer esta tarde es conducir más de doscientos kilómetros hasta el centro de Seattle
para reunirme con el enigmático presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Como empresario excepcional y principal mecenas de nuestra universidad, su
tiempo es extraordinariamente valioso —mucho más que el mío—, pero ha
concedido una entrevista a Kate. Un bombazo, según ella. Malditas sean sus
actividades extraacadémicas.





La romántica, sensual, erótica y totalmente adictiva historia de la
 apasionada relación entre una estudiante universitaria y un joven
 multimillonario.
Intimidada por las peculiares prácticas eróticas y los oscuros secretos del
 atractivo y atormentado empresario Christian Grey, Anastasia Steele decide
 romper con él y embarcarse en una nueva carrera profesional en una
editorial de Seattle.
Pero el deseo por Christian todavía domina cada uno de sus pensamientos,
 y cuando finalmente él le propone retomar su aventura, Ana no puede
 resistirse. Reanudan entonces su tórrida y sensual relación, pero mientras
Christian lucha contra sus propios demonios del pasado, Ana debe enfrentarse a la ira y la envidia de las mujeres que la precedieron, y tomar
 la decisión más importante de su vida.







La romántica, sensual, erótica y totalmente adictiva historia de la

 apasionada relación entre una estudiante universitaria y un joven
 multimillonario.
Cuando la inexperta estudiante Anastasia Steele conoció al joven, seductor y
 exitoso empresario Christian Grey, nació entre ellos una sensual relación
 que cambió sus vidas para siempre.Sin embargo, desconcertada y llevada al
límite por las peculiares prácticas eróticas de Christian, la joven lucha por
 conseguir un mayor compromiso por parte de Grey. Y Christian accede con
 tal de no perderla.
Ahora, Ana y Christian lo tienen todo: amor, pasión, intimidad, bienestar y
 un mundo de infinitas posibilidades. Pero cuando parece que la fuerza de su
relación puede superar cualquier obstáculo, la fatalidad, el rencor y el
  destino se conjuran para hacer realidad los peores miedos de Ana.






Christian necesita tenerlo todo bajo control. Su mundo es puro orden y
 disciplina aunque, en el fondo, está vacío... hasta el día en que Anastasia
 Steele aterriza de bruces en su despacho, hecha una maraña de largo pelo  castaño y esbeltas piernas.
Él intenta olvidarla pero, muy al contrario, se ve inmerso en una tormenta
 de emociones que no consigue controlar y a la que no puede resistirse. A
 diferencia de todas las mujeres que ha conocido, la tímida e inexperta Ana
 parece capaz de ver más allá del exitoso empresario y la lujosa vida que le
 rodea, y descubrir el corazón frío y lastimado de Christian.
¿Logrará su relación con Ana disipar las pesadillas que le acechan todas las noches? ¿O serán sus oscuros impulsos sexuales, su obsesión por el control y el desprecio hacia sí mismo los que alejarán a la joven y
 destruirán la frágil esperanza que ella le ofrece?




No,  no, no...  La  oscuridad,  no...  La  oscuridad   asfixiante,  no...  La       bolsa            de plástico,            no,     por    favor...         El       pánico          se      apodera      de      ella,            le       roba  el       aire   de      los pulmones.       No      puedo           respirar,       no puedo            respirar...    El        regusto        metálico      del      miedo le      trepa            por    la       garganta.     Tengo           que   hacerlo.       Es       la       única            salida.          Tranquila.
Calma.          Respira        despacio.    Poco a         poco.            Como           dijo   él.      Todo acabará        pronto.
Todo  acabará        y          entonces     podré            ser      libre. Libre. Libre.
Ahora.          Ya.      Corre,           corre,            corre.            Sigue.            Corre lo        más    rápido            posible,        sin      volver           la
vista  atrás. El        miedo           la        impulsa        hacia delante         al        tiempo         que,   en            su       desesperado intento      de       huir,   esquiva        a algunos compradores  rezagados,            haciendo sus          compras a última  hora   de       la        noche.          La        suerte la acompaña:  las      puertas        automáticas           están abiertas.      Pasa  volando       por    debajo          de      los     estridentes           adornos       navideños  y atraviesa la       entrada            del     aparcamiento.      Sigue            corriendo,  sin     parar.           Corre sorteando   los            coches         aparcados   y         se      adentra       en      el       bosque.       Corre            con            todas            sus fuerzas,           despavorida,         enfilando    un      pequeño     sendero            de      tierra,          a         través          de      las zarzas,   mientras     las     ramas           le            azotan         la       cara. Corre            hasta            que   le       arden           los pulmones.            Corre,           corre, corre... No pares.

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